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En 1971, Donald M. Murray publicó un breve manifiesto titulado "Teach Writing as a Process Not Product",[1] una frase qué se convirtió en un grito de guerra para muchos profesores de escritura. Diez años más tarde, en 1982, Maxine Hairston argumentó que la enseñanza de la escritura había experimentado un "cambio de paradigma" cambiando el foco de productos escritos a procesos de escritura.[2]

Por muchos años, se asumió que el proceso de escritura generalmente operaba en alguna variación de tres a cinco "etapas"; la configuración de abajo es típica:

Escritura previa

Redactando (ve Borrador (documento))

Revisando (ve Revisión (escritura))

Editando (ve Corrección de pruebas)

Publicando

Lo que es ahora llamado "post-proceso" demuestra que rara vez es necesario describir esas "etapas" como pasos fijos en un proceso estricto. Más bien, se conceptualizan en forma más precisa como partes superpuestas de un todo complejo o partes de un proceso recursivo que se repite múltiples veces durante el proceso de escritura. Así, los escritores rutinariamente descubren que, por ejemplo, los cambios editoriales disparan lluvia de ideas y un cambio de propósito; que la corrección se interrumpe temporalmente para corregir una falta de ortografía; o que el límite entre la escritura previa y la redacción no es tan obvio.