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Al señalar la fundación del Instituto de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional como inicio de la filosofía moderna en Colombia, optamos por una periodización, que como todas tiene sus riesgos, pero que parece en este caso ser la más plausible. Como lo destaca Rubén Sierra en su magnífico estudio "Temas y corrientes de la filosofía colombiana en el siglo XX”6, tres obras muy relacionadas con el ambiente que da origen al Instituto, "inauguran la filosofía moderna". Se trata de Lógica, Fenomenología y Formalismo Jurídico (1942) de Luis Eduardo Nieto Arteta (1913-1956), Ambiente axiológico de la teoría pura del derecho (1947) de Rafael Carrillo y Nueva imagen del hombre y de la cultura (1948) de Danilo Cruz Vélez. Es poco lo que tendríamos que añadir a la historia de la filosofía desde la fundación del Instituto, como la ha contado Sierra y como la complementó diez años más tarde en "Un decenio de producción filosófica: 1977- 1987"7.

Tomando como eje ese momento, podemos decir que hacia adelante tres generaciones de filósofos (los fundadores; quienes vinimos luego; y los que de una u otra forma se iniciaron en la filosofía con los fundadores y con nosotros, y ahora, después de una formación adecuada, nos suceden), han contribuido a la normalización de la filosofía en Colombia para el cambio de siglo. Antes de centrar nuestra atención sobre esta época, se hacen necesarias algunas consideraciones sobre la presencia de la filosofía en Colombia en los siglos anteriores.

Fabio Ramírez, "La filosofía en la Colonia" en IV Congreso Internacional de Filosofía Latinoamerica (...)

9 Ibíd., p. 64.

Quienes se han ocupado de la filosofía en la Colonia son conscientes de que "esa historia no se ha hecho"8; coinciden también en que hay fuentes primarias suficientes para el estudio de este período, sin duda -y justificadamente-, más investigado desde la perspectiva de la así llamada "historia de las ideas", que desde un punto de vista estrictamente filosófico. Claro está que acentuar la perspectiva filosófica no impide establecer las relaciones culturales que permitan comprender los procesos sociales. Para que esto sea posible hay que volver a aquellas fuentes, naturalmente en latín, para rescatar, como lo propone Fabio Ramírez, los catálogos de las bibliotecas coloniales, recordar las biografías y bibliografías de los catedráticos de filosofía, esclarecer la catalogación y descripción crítica de los manuscritos, editar las disputas y actos públicos y, con la ayuda de todo esto, realizar estudios monográficos de la época.

Ibíd., p. 60.

Véase también La filosofía en Colombia. Historia de las ideas, Bogotá, El Buho, 1988, trabajo colec (...)

8Este trabajo de investigación ha comenzado, evitando así el recurso a la "historia deductiva", de la que nos advierte el mismo Ramírez: "si en España o en las escuelas católicas de filosofía en esos siglos hubo tal o cual clase de filosofía, aquí también tuvo que ser así"10. El trabajo que ha partido del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Tomás, en estrecha relación con la Editorial El Buho de Bogotá, ha sido significativo en este empeño, como puede verse por esta nota bibliográfica: Germán Marquínez en "La filosofía en el Nuevo Reino de Granada" (págs. 141-174)11 en el colectivo que dirige él mismo con el especialista mexicano Mauricio Beuchot, La filosofía en la América colonial (Siglos XVI, XVII y XVIII), Bogotá, El Buho, 1996, abre horizontes para una investigación específica desde la perspectiva filosófica. Sobra destacar las posibilidades comparativas, especialmente ricas dado el origen común, que ofrece la obra colectiva. En el caso colombiano, Marquínez subdivide su análisis en:

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