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A Colombia le llegó el turno para la paz. La elección de Gustavo Petro como presidente es, sin duda, un respaldo de la ciudadanía a la necesidad de reactivar el Acuerdo para la terminación del conflicto con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), suscrito en 2016. Sin embargo, esta paz, que ha sido tan esquiva durante 60 años y abandonada a su suerte durante el gobierno de Iván Duque que termina el próximo 7 de agosto, no llegará fácilmente.

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Durante los últimos cuatro años, el desgano de Duque frente al llamado proceso de paz fue superado por la inactividad del Estado que él dirige para sentar las bases de la convivencia. Además de no desarrollar puntos tan importantes como una reforma agraria, que hubiera permitido a parte de los 8.3 millones de desplazados regresar a sus tierras, el desarrollo social no llegó a las zonas dejadas por los más de 13,000 guerrilleros desmovilizados.t

Este escándalo, que parece ser la punta del Iceberg de un gran entramado de corrupción, será investigado una vez se inicie el nuevo gobierno y podría terminar con la luna de miel que, contra todos los pronósticos, se vive en Colombia después de la elección de Petro, gracias a los acercamientos de alto nivel que ha logrado con sus antiguos contradictores. Muchos de quienes ahora posan y dialogan con el mandatario electo —como el expresidente Álvaro Uribe y los dirigentes del Partido Conservador— estuvieron directamente vinculados con el gobierno que termina y contribuyeron a la intención de hacer trizas la paz. Si Petro pierde las mayorías en el Congreso —que logró consolidar por esas alianzas trabajadas durante las últimas semanas—, desarrollar su plan de gobierno no le será tan fácil.

La tarea es, pues, ardua y exigirá una labor de persuasión enorme. Los primeros pasos han sido dados con los nombramientos de varios ministros. Entre ellos está el de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva Durán, un curtido promotor de la paz desde hace más de 30 años, quien intentará recuperar la confianza perdida de una comunidad internacional que vio cómo millonarias donaciones para el posconflicto se han esfumado por la corrupción, sin que la paz se aclimate en los territorios más abandonados y violentos del país.

Petro ha prometido revivir el proceso de paz, respaldar a la Jurisdicción Especial para la Paz —tribunal surgido del Acuerdo para la terminación del conflicto— y aplicar las recomendaciones que el pasado 28 de junio presentó la Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, que forman parte del Informe Final, un compendio de más de 10,000 páginas que exhibe la crueldad de la guerra, con un lenguaje tan crudo como lo fueron las múltiples violaciones a Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.

Solo cumplir con esta veintena de propuestas, que tocan temas tan sensibles como impunidad, extradición y hasta la confidencialidad de los archivos de Inteligencia militar, va a reabrir heridas y puede dar al traste con el pacto nacional.

El presidente electo, además, tendrá que trabajar en un tema que es transversal a todos los factores de violencia: el narcotráfico. En la mayoría de los 170 municipios priorizados para buscar la convivencia —y en los que las FARC tenían mucha fuerza— viejos y nuevos actores, como las disidencias de esa organización, otros movimientos revolucionarios, los paramilitares, y grupos delincuenciales vinculados con la producción y el tráfico de estupefacientes, han copado los espacios dejados por la antigua guerrilla y, a menos que acepten dialogar y abandonar su vida criminal, cualquier esfuerzo de pacificación será inútil.

El momento de la paz ha llegado y, al activarlo, Colombia respirará un nuevo aire. Pero no será fácil. Es claro que después de más de seis décadas de conflicto armado interno, cuatro años no serán suficientes para que Colombia llegue a la meta de la paz. Pero empezar, cuanto antes, a caminar por esa senda es imprescindible, para reparar a millones de víctimas, desescalar los factores que han alimentado la guerra y, por fin, llevar tranquilidad y bienestar a los territorios.

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