La figura del obrero como encarnación de un proyecto social alternativo y mode-
lo de identidad, pertenece a un pasado lejano. Si tuviéramos que unir su desaparición
a un acontecimiento histórico concreto, éste no sería, como alguien podría preten-
der, la caída del muro de Berlín, sino el mayo de 1937 en Cataluña o la desarticula-
ción, poco después, de las colectividades del Consejo de Aragón a manos de los
mandos republicanos que creyeron conveniente sacrificar el proceso revolucionario
para centrar los esfuerzos en el intento de ganar la guerra contra Franco en la Guerra
Civil Española. La fraseología obrerista que, años después, utilizaban los regímenes
burocráticos de la Unión Soviética, China y sus respectivos estados satélites, encu-
bría, en realidad, una versión concentrada del mismo panorama que describiremos
para la siguiente etapa en los países llamados occidentales (1,2).
La desaparición del movimiento obrero como portador de un proyecto social
alternativo, se siguió de grandes conmociones que dieron lugar, tras la segunda
guerra mundial, a un nuevo equilibrio internacional y a una nueva organización
social. Las sociedades que se desarrollan, a uno y otro lado del muro, a partir de
dicha guerra no se ajustan en absoluto – al menos a primera vista - al cliché de una
mayoría creciente, más o menos homogénea y solidaria, de trabajadores desposeídos
que se enfrentan a una minoría de capitalistas con un abismo, cada vez mayor,
separándolos. Antes bien, los trabajadores fueron accediendo a condiciones de vida
cada vez mejores y convirtiéndose, sin dejar de ser asalariados, en consumidores de
productos industrialmente producidos especialmente para ellos (5). Y, para resolver
otras tantas contradicciones, nuevos mitos, como la sociedad de consumo, la igual-
dad de oportunidades o el nacimiento de las llamadas nuevas clases medias, alimen-
tan la percepción de una sociedad piramidal, en la que los individuos – asalariados o
no – ocupan su lugar en función de otros parámetros, esta vez, diferentes a su
condición de propietarios o no de medios de producción.
El papel del trabajo en la construcción de los sujetos de este nuevo orden, se
hace más complejo. Nos referiremos a cinco aspectos del mismo:
1. En primer lugar, el trabajo sigue, como en las etapas anteriores, proporcionando
el único medio de subsistencia accesible a los asalariados
2. El trabajo sigue, como en la segunda, etapa siendo contemplado por los trabaja-
dores como generador de derechos y, aún, generador de una deuda de la sociedad
con el trabajador, que, ahora, no sólo es reivindicable ante la historia, sino ante
los aparatos de un Estado que promete – si bien cada vez con menos entusiasmo
– ser garante de un bienestar del que los ciudadanos se creen merecedores. cuales es cuantitativa?