A Don Francisco de Quevedo Anacreonte español, no hay quien os tope, que no diga con mucha cortesía, que ya que vuestros pies son de elegía, que vuestras suavidades son de arrope. ¿No imitaréis al terenciano Lope, que al de Beleforonte cada día sobre zuecos de cómica poesía se calza espuelas, y le da un galope? De qué trata ​