#TeVoyAContar Moscamuerta había conseguido con meses de anticipación los bo- letos para el concierto de su cantante favorita: Natalia la Focacha. Los había comprado para ella y su novio, pero antes de que llegara la gran fecha, tronaron porque él le puso el cuerno, y ella anduvo bajoneada un tiempo. Luego aparecí yo. Se me quedaba viendo en la cafetería porque le parecía un poco raro. -¿Un friki? -No, raro de otra manera. Que te hicieras llamar como el pin- tor que más admiro y que defendieras tu apodo incluso ante los maestros. -Pero no es por él. -En ese momento no lo sabía. Simplemente, no encajabas con la bola de desgraciados de nuestro salón, con chavos como el Simio y compañía. Moscamuerta había salido tan coqueta, con sus medias caladas y su faldita, sus tacones. Y yo con mi chamarra militar y mi paliacate de Bosco. Yo, que había ensayado mi rutina de malo frente al espejo y había terminado trapeando el suelo con la lengua, mientras que Moscamuerta, tan pequeña, había dominado al anarquista y luego me había sacado de la estación de policía. Ahora estábamos hechos una piltrafa. Sus medias tenían rasgaduras a lo largo del muslo, la​