DE SEÑORES Y CAMPESINOS L a salida y la puesta del sol marenban el ritino de las actividades cotidianas de los varones y las mujeres del señorío de Saint Michael, situado a pocos kilóme- cros de Paris. Como cada mañana, Hervis tomo su rado y su buey y se dispuso a trabajar. Hacía mu- tho frío y sus manos resistían con dificultad el des- malezamiento del terreno que pronto comenzaría a cultivar, esta vez, con cebada y trigo. Al mediodía te- ala previsto reparar la cerca del corral que los lobos mabían roto tiempo atrás. Al menos, no habían po- " dido llevarse sus gallinas: Hervis había advertido sis presencia y los había ahuyentado con un nidero encendido. Para Hervis, los únicos días de descanso eran los domingos y los días en que la Iglesia celebraba sus fiestas. Durante el resto de la semana, tres dias ima- bajaba en su parcela y los otros tres, junto con otros campesinos de la aldea, debía trabajar en las oras del señor. En las largas jornadas en la reserva serio rial, los campesinos realizaban innumerables tann en los talleres, los establos, los corrales, las huertas y los graneros. Pero la mayor parte del trabajo consis tía en labrar la tierra, cuyos frutas no siempre oran buenos y abundantes. La cosecha anteriot. por​

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