TAREA 3. MODULO VI. LENGUA. ESPA II.
Actividad 2. Realiza un comentario literario (Localización, tema, estructura, breve análisis de la
forma (muy breve) y conclusión) del siguiente fragmento de Caperucita en Manhattan de
Carmen Martín Gaite. 40 PUNTOS
Sara había aprendido a leer ella sola cuando era muy pequeña, y le parecía lo más divertido del mundo.
Ha salido lista de verdad-decía la abuela Rebeca.
Yo no conozco a ninguna niña que haya hablado tan clarito como ella, antes de romper a andar. Debe
ser un caso único.
-Sí, es lista-contestaba la señora Allen, pero hace unas preguntas muy raras; vamos, que no son
normales en una niña de tres años.
-¿Por ejemplo, qué?
Que qué es morirse, ya ve usted. Y que qué es la libertad. Y que qué es casarse. Una vecina mía dice
que a lo mejor habría que llevarla a un psiquiatra.
La abuela se reía.
-¡Déjate de psiquiatras ni de tonterías por el estilo! A los niños lo que hay que hacer es contestarles a lo
que te preguntan, y si no les quieres decir la verdad, porque a lo mejor
no sabes tú misma lo que es la
verdad, pues les cuentas un cuento que parezca verdad.
Mándamela aquí, que yo en eso de lo que es
casarse y lo que es la libertad la puedo espabilar mucho.
-¡Válgame Dios, ¡cuándo hablará usted en serio, madre! No sé a qué edad va a sentar la cabeza.
-Yo nunca. Sentar la cabeza debe ser aburridísimo. Por cierto, a ver si me mandas a Sara algún
domingo, o la vamos a buscar nosotros, que Aurelio la quiere conocer.
tenía
Aurelio era un señor que por entonces vivía con la abuela. Pero Sara nunca lo llegó a ver. Sabía que
una tienda de libros y juguetes antiguos, cerca de la catedral de San Juan el
Divino, y a veces le
mandaba
algún regalo por medio de la señora Allen. Por ejemplo, un libro con
la historia de Robinson Crusoe al
alcance de los niños, otro con la de Alicia en el País de las
Maravillas y otro con la de Caperucita Roja.
Fueron los tres primeros libros que tuvo Sara, aun antes de leer bien. Pero
traían unos dibujos tan
detallados y tan preciosos que permitían conocer perfectamente a los
personajes e imaginar los paisajes
donde iban ocurriendo sus distintas aventuras. Aunque no tan distintas,
porque la aventura principal era la
de que fueran por el mundo ellos solos, sin una madre ni un padre que los llevaran
cogidos de la mano,
haciéndoles advertencias y prohibiéndoles cosas. Por el agua, por el aire, por
un bosque, pero ellos solos.
Libres. Y naturalmente podían hablar con los animales, eso a Sara le
parecía lógico. Y que Alicia
cambiara de tamaño, porque a ella en sueños también le pasaba. Y que el
señor Robinson viviera en una
isla, como la estatua de la Libertad. Todo tenía que ver con la
libertad. Sara, antes de saber leer bien, a
aquellos cuentos les añadía cosas y les inventaba finales diferentes. La viñeta
que más le gustaba era la
que representaba el encuentro de Caperucita Roja con el lobo en un
claro del bosque; cogía toda una
página y no podía dejarla de mirar. En aquel dibujo, el lobo tenía una
cara tan buena, tan de estar pidiendo
cariño, que Caperucita, claro, le contestaba fiándose de él, con una
sonrisa encantadora. Sara también se
fiaba de él, no le daba ningún miedo, era imposible que un animal tan simpático
se pudiera comer a nadie.
El final estaba equivocado. También el de Alicia, cuando dice que todo ha sido
un sueño, para qué lo
tiene que decir. Ni tampoco Robinson debe volver al mundo civilizado
, si estaba tan contento en la isla.
Lo que menos le gustaba a Sara eran los finales.
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