Por estar tan ocupados arreglando sus respectivas casas no se perca-
taban de que en la isla las especies ya no andaban caminado tranqui-
lamente, algo ocurría: la cadena alimenticia se alteraba. Para colmo,
cuando las estrellas construyeron sus casas no se les ocurrió otra
cosa para desechar los desperdicios de los humanos que no fuera
conectar su drenaje al manantial, el cual, en los dos días que
apenas llevaban, ya se veía gris.
Esa noche la cena fue en grande, presumían lo que cada uno
había obtenido como regalo de los deseos, así siguieron durante
los días restantes, hasta que, sumidos y cegados por la envidia y
la codicia, al llegar el décimo día:
-¡Juancho, no seas loco! -gritaba su esposa desde la ventana.
Del otro lado, la esposa de Tencho trataba de detenerlo a toda costa:
-¡Que no! ¡Que no! ¡Por Dios, si es tu amigo!
Ambos habían decidido pedir a las estrellas ar-
mamento para destruir al otro y así dejar de competir
por ver quién tenía más. Las estrellas, al escuchar su
petición, se hundieron en el mar para tomar una deci-
sión. La estrella pequeña les pidió reunirse en el lugar donde
por vez primera los vieron.
les pidió reunirse
-Hemos llegado a una determinación: no necesitan armas
para destruirse, ya se terminaron todos los recursos de esta
isla, comieron, bebieron y disfrutaron en exceso, pidieron una
casa con varias habitaciones sólo para dos personas, sillones
con pieles que no alcanzarán a terminárselos, reservas de flores y
frutos que almacenan sólo por ver quién tiene más... Observen la
destrucción de este lugar. Escrito está: no necesitan armas, sólo es
Hasta ese momento ambos se percataron de todo el daño causado: el cerro sin un solo ár-
cuestión de días, ustedes y sus esposas morirán.
bol, el manantial contaminado, sin agua ya que hiciera el ciclo correspondiente, peces muertos
flotando, el suelo erosionado, los animales extintos, el pasto antes verde lucia muerto. Cegados
por una ambición irracional, ambos, sabedores de que moririan irremediablemente, terminaron
abrazados y llorando al unisono
-Estrellitas, aún nos queda un deseo: les pedimos que todo vuelva a ser como antes y
jamás encontrar esta playa.
Acto seguido, se escuchó solo un crip, crip, crap, crap, crop, crop...
A la mañana siguiente, Tencho y Juancho fueron encontrados por los pescadores del puerto, a
punto de morir de inanición balbuceando cada uno: "Perdón, estrellitas, no sabía lo que hacía!".
Hacía exactamente 12 días que los buscaban después de la tormenta. Los habían dado
ya por muertos. Poco a poco se recuperaron y al llegar a casa sus esposas les contaron de un
sueño en el que
ambas conocieron la maravillosa isla de las Estrellas de Mar.
M. del Coral B. García Torres (2016)
UE IV
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