GESTIÓN ORGANIZACIONAL El taller del señor Raúl El señor Raúl tiene su taller en el fondo de su casa. Su mujer trabaja en el mercado, donde tiene un puesto de venta de ropa para niños, así que él se ocupa de llevar a los chicos a la escuela. Mientras camina las cinco cuadras de regreso desde la escuela hasta su casa compra biscochitos, un cuero color suela y una caja de remaches plateados. Aprendió el oficio de marroquinero de su padre, al que ayudaba a hacer cinturones desde chico. Cada mañana llega al taller entre las ocho y las nueve: si hace frio comienza más tarde. Enciende la radio mientras pone a calentar agua para el mate y empieza a afilar las cuchillas. Heredó algunas de las herramientas que usa, pero otras las compró. Incluso inventó él mismo una máquina a pedal para colocar los remaches que sostienen las hebillas de los cinturones. A las diez llega Gonzalo, el hijo de un amigo que le pidió a Raúl que le enseñe el oficio para que por lo menos tenga con qué defenderse. Aunque el padre de Gonzalo no quiere, el señor Raúl le paga algunos pesos por semana por su ayuda y prepara el almuerzo para los dos. A veces le presta el auto los sábados. Conversan un rato de fútbol mientras extienden sobre la mesa de trabajo un cuero color suela y calculan cuántos cinturones pueden sacar de alli. -Alcanza para nueve cinturones- dice Gonzalo. -No. Salen once. Pero vamos a medirlo-le contesta el señor Raúl Con una regla de madera de un metro de largo toman las medidas. Tiene razón el señor Raúl: el cuero alcanza para once cinturones. -¿Cómo hace para acertar siempre?- pregunta Gonzalo. -Son años-contesta Raúl. Una vez que corta el cuero en tiras con la cuchilla, el señor Raúl le da forma a las puntas. Después, con una pinza sacabocados, hace cinco agujeros, uno a cinco centimetros de otro. Gonzalo hace lo mismo, pero necesita medir la distancia para no equivocarse mientras el señor Raúl los hace de memoria mientras ceba mate. El paso siguiente es dibujar sobre cada cinturón con una pirograbadora que armó el señor Raúl con una soldadora eléctrica vieja. Los cinturones son para un cliente que le encargó diez para unos parientes de España, que quieren dibujos gauchescos originales. Mientras Gonzalo barre los restos de cuero del piso del taller, el señor Raúl le muestra los diseños que inventó: cinco caballos galopando en fila, un gaucho tomando mate bajo un ombú, un hombre a caballo persiguiendo una avestruz, etc. Cada cinturón tendrá su dibujo especialmente diseñado sin que se repita ninguno. Estiran un buen rato la pausa del almuerzo mientras el señor Raúl le cuenta a Gonzalo lo que se discutió en la asamblea del sábado con los vecinos del barrio. Después vuelven al trabajo. El señor Raúl hace cada uno de los dibujos, coloca la hebilla y los remaches que la sostienen. Al finalizar cada cinturón le dibuja su firma y el año con un punzón y un martillo. Repite el mismo procedimiento una y otra vez hasta completar ocho. Como ya es la hora de ir a buscar a los chicos a la escuela el señor Raúl decide dejar los dos cinturones que le faltan para más tarde o para mañana. "Total nadie me corre", piensa. Cuando los termine, el señor Raúl los llevará hasta la casa del cliente que vive a ocho cuadras.
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