"En el principio, los hombres adoraban el trueno e inventaron ingeniosas historias para calmar la angustia ante un mundo amenazador y distante, cuyos mecanismos no podían comprender. Dibujaron dioses con cabezas de león, hermosas diosas con vientre de perro, e imaginaron barcas que recorrian el cielo estrellado. Cazaron animales y los sacrificaron para apaciguar la ira de los dioses y alejar el peligro de la tormenta o conseguir el beneficio de la lluvia. Un día descubrieron una manera eficaz de comprender el mundo y la llamaron ciencia. A través de los dos mil quinientos años que llevan practicándola han ido contando una historia tan atractiva y divertida como las más complicadas y fantásticas leyendas que pueden imaginarse. Fue un esfuerzo tremendo, del que no sólo participaron los científicos, sino mucha más gente, muchas veces sin saberlo, aceptando o rechazando ideas como el movimiento de la Tierra o la evolución de las especies. El resultado fue una imagen del universo, una descripción del cosmos (...) La ciencia es una empresa humana, colectivamente humana y por lo tanto laten en ella el rumor de las multitudes y el fragor de las mitologías, tú y yo, la pasión individual y mínima, el avance y el retroceso, el impulso heroico y la agachada mezquina, el extraño acicate del progreso y las virutas que cada paso adelante va dejando, el humor, la literatura, la leyenda y la historia, en una mezcolanza alegre y colorida, donde conviven amigablemente la cálida ironía y la soledad marmorea. Mientras el universo se expande y crece, aquí, sobre la Tierra, las generaciones se suceden unas a otras, con su anhelo de razón y conocimiento, buscando siempre la luz. Desde la rueda al avión, desde el hacha a la computadora, desde las señales de humo hasta el radar y la televisión, desde la palanca hasta la Teoría de la Relatividad, desde las primitivas tortugas que sostenían el mundo hasta el Big Bang, hay un solo y mismo impulso: saber, averiguar qué pasa" Leonardo Moledo: "De las Tortugas a las Estrellas"​