Alfredo está sentado frente a la máquina overlock del taller, mirándola de muy mal humor. Como cada día, tras unas horas de trabajo, la espalda le duele un montón y, aunque tiene claro que su gran tamaño tiene mucho que ver con el asunto, no encuentra la forma de remediarlo. De tanto en tanto, endereza la curvatura de su cuello, estira la espalda hacia atrás y saca las piernas por el lateral de la mesa para extenderlas. Pero todo este ritual no le sirve para mucho. ¿Cómo es posible que diseñen equipos de trabajo como éste, o como la máquina de coser de Martina, sin tener en cuenta que las personas pueden ser altas o bajitas? —Piensa, el chico— Si, al menos, las maldit*s sillas del taller fueran distintas podríamos trabajar en mejores condiciones, pero mientras el negocio continúe con estas apreturas, no me atrevo ni a proponerlo. Alfredo reanuda el trabajo suspirando resignado, porque echa de menos el buen rollo que había entre sus compañeros de fatigas —nunca mejor dicho—, hasta hace poco tiempo. El espacio físico del lugar de trabajo es un cuarto con dimensiones pequeñas, que se comunica mediante una puerta con el salón de atención al público donde se encuentra Leandro. En ese cuarto se ubican once maquinas de coser, de las cuales solo funcionan cinco y las demás están amontonadas para su arreglo ya hace 4 meses en las mismas condiciones. Se observa también una tabla de planchar, un toallet indistinto para varones y mujeres, varias sillas y mesas con las ropas apiladas para su confección, y una pequeña oficina con puerta individual donde se encuentra el jefe de sección, casi nunca ocupando su lugar. La iluminación es artificial ya que la única ventilación consiste en una ventana de dimensiones pequeñas. Contaban en un tiempo atrás de un espacio de relajación, que consistía en una pequeña cocina con mesada para compartir en los momentos de relax. Desde hace un año ese espacio pasó a ser un depósito. Desde que Gabriela y Martina se accidentaron, las cosas van de mal en peor en el taller. Aunque la quemadura de Gabriela no revistió especial gravedad —de nuevo está entre ellos—, su ausencia repercutió en el retraso de las entregas, aumentando las consecuentes reclamaciones que martillean diariamente a los jóvenes que tuvieron que acomodarse para ocupar los espacios vacíos e intentan lidiar el temporal como pueden. Sin embargo, a pesar de alargar un montón la jornada laboral, por un motivo o por otro, no consiguen ponerse al día. Ocurren problemas que antes nunca se habían presentado: telas mal cortadas, errores de confección, falta de género, equivocaciones en los envíos y, sobre todo, la ausencia de comunicación y diálogo entre los cuatro amigos, cuando desde siempre estas dos acciones habían constituido la fuerza del grupo. En estos momentos, Gabriela, con las limitaciones impuestas por su mano vendada, mariposea angustiada por el taller sin un objetivo fijo y creando más de una interferencia involuntaria en las tareas de sus compañeros. Mientras tanto, Alfredo está pendiente de la discusión iniciada por Rai y Martina a causa de los ejercicios de gimnasia que la chica practica antes y durante las horas de trabajo. Rai, antaño el chistoso y decidido del grupo, se ha vuelto autoritario e intransigente con sus compañeros. Al ver a Martina desocupada y haciendo estiramientos junto a la máquina de coser, se enfada. De malos modos, le recrimina su actitud diciéndole que no son momentos para “criaturadas” y que, si no pone más empeño en el trabajo, no conseguirán salir del atolladero; hasta llega a decir que sólo él tiene interés en sacar la empresa adelante. Martina no da crédito a sus oídos y dolida por la palabras de su amigo decide romper el silencio de tantos días y plantarse muy seriamente...

ACTIVIDADES:
¿Cuáles creen que serán las deficientes condiciones ergonómicas en los puestos de trabajo del taller?

¿Cuáles serían las medidas preventivas y de qué manera mejorarían las condiciones físicas de los trabajadores?