1. Lean el siguiente fragmento de "Facundo y el Moro", de María Rosa Lojo.

José Santos Ortiz sabe que no hay apelación posible. Ese hombre que ahora es ante todo su general, no ya su amigo, se ha decretado inmortal, y extiende el escudo mágico de su poder sobre los integrantes de su comiti va. Ortiz vuelve al catre. Detrás de las cortinas que on dean sobre la cómplice oscuridad, lo espera el camino de regreso a Santiago del Estero. Un muchacho al que antaño protegiera, el joven Usandivaras, le ha llevado esa tarde un caballo de repuesto para facilitarle la hui- da. Pero Santos Ortiz no se irá sin Quiroga. Si la parti da de Santos Pérez no lo mata, tendrá que arrastrarse luego por la vida como un muerto civil, convicto de su deshonra. Facundo lo aye removerse, suspirando. Las patas de la cama precaria crujen bajo el peso de una gran congoja. El cuerpo se sacude, sin poder acomo dar el alma para que permanezca dignamente quieta dentro de su terror. Él, en cambio, se mantiene rigido, doblado sobre su brazo derecho, en posición casi fetal; en su estado, cualquier desplazamiento puede causar dolores inmediatos, más insufribles que el miedo de Or tiz. Sabe que ha dicho solamente una bravata para ocul- tar lo inevitable. Dondequiera que vayan, hacia atrás o hacia adelante, la partida asesina los seguirá, pero es mejor creer que uno muere porque ha tenido el coraje de enfrentarse al Destino. Con el Moro, acaso, Facun- do Quiroga sería invulnerable. Sin el Moro, Facundo, el Tigre de Los Llanos, ese personaje magnifico y feroz, capaz de aniquilar al enemigo con solo fijar en él las pu- pilas negras, donde brilla un fantasma de azogue que hechiza las voluntades, resulta apenas un reflejo inerte. A pocos seres se les concede ei extraño privilegio de contemplar el resplandor de su alma entera, enfrente de si mismos. Juan Facundo Quiroga se sabe uno de ellos. Ha visto su alma por primera vez una mañana, bajo el sol que cae a pico en un monte de Los Llanos. Es tal como él la ha soñado y casi palpado en las no- ches transparentes, congeladas tras los muros de un aire de vidrio, al pie de la cordillera. Tiene un color gris azulino que puede virar al negro según la capturen o la esquiven las sombras. Aun a pleno sol parece mojada por la luna, y es, como ella, secreta. Su alma tiene la velocidad del pensamiento y el fuego del deseo. Fuerte como la muerte, cruzará la muchedumbre de las aguas; los grandes rios no podrán sofocarla. Facundo desmon- ta ahora del zaino al que no volverá a subir. Lo deja en el camino con todos sus aperos, como una cosa que ya no le pertenece. Se dirige a su alma que corcovea en lo alto del monte, solitaria e indómita. Sus hombres lo miran, azorados: su comandante no ha hecho siquiera ademán de sacar el lazo o las boleadoras. Camina en li- nea recta hacia el caballo que parece esperario. Lo ven, a la distancia, acariciar el lomo del animal, rodearie el cuello con el brazo. El viento no les trae el eco de la voz, pero entienden que le está hablando y que el tordillo le contesta con movimientos del hocico, y con breves relinchos. A poco, Quiroga baja por la ladera del monte- cito. El caballo: un "moro" por su color que apenas ha dejado de ser un potro, sigue tras él, apacible.


2. Luego de leer el fragmento, respondan las preguntas.

a. ¿Aparecen lugares reconocibles? ¿Cuáles son?

b. ¿Cuál es la época en la que ocurren los hechos? ¿Qué elementos del texto permiten reconocerla?

C¿Es posible identificar un personaje histórico? ¿Cómo es descrito en el fragmento?

d. ¿Qué tipo de narrador aparece en el texto? Caractericen el tipo de valoraciones que realiza.

3. Busquen información sobre Facundo Quiroga en internet. Luego, comparen la frase "fuerte como la muerte" con la que es caracterizado en el fragmento con el trato que le brinda a su caballo.​

Respuesta :

Otras preguntas