"En el camino del amor al cual he sido convocado, pronto
surge la exigencia de dar y darme en un lugar que cuesta, la
familia. Cuesta, porque son tan cercanos a mí, me conocen
tan bien, saben tanto acerca de mis dificultades y de mi peca-
do, que quizá no crean en mi amor. Cuesta, porque también
a mí me resulta difícil creer del todo en personas tan cerca-
nas y conocidas. Cuesta, porque vivimos tan cerca unos de
otros, que a veces damos por supuesto el amor y no conside-
ramos necesario expresárnoslo.
Pero aunque cueste, la familia es un lugar de amor, un
lugar donde me han enseñado a amar y un lugar donde tengo
que aprender a amar a pesar de todo. A veces es más fácil
amar a los de lejos; darse allí donde uno no es tan conocido.
Muchos, de hecho, aman a los de fuera y en su propio hogar
se aíslan, se hunden en el silencio y se van quedando sin dar
amor.
Para mi bien o para mi mal, mi familia está ahí. Lo quiera
o no. No la escogi yo; pero ahí está. Mi familia está en mí. Yo
soy lo que he aprendido en la convivencia familiar. Mi familia
me ha dado las imágenes de padre, madre, hermano, autori-
dad, de Dios, que han de predominar en mi vida. Además, mi
cariño, mi afecto, mi manera de confiar en los demás, mis
gustos e ideales, mis dificultades y frustraciones son, hasta
cierto punto, las mismas realidades de mi familia.
Muchos valores míos son los de mi familia. Y muchas
cosas que están en mi familia, a pesar mío, están en mí.
Todo lo que sucede y ha sucedido en mi familia, me afecta.
No soy un mero producto de mi familia, pero es indudable que
hay en mí marcas -unas positivas y otras dolorosas- que me
ha dejado mi vida familiar.

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