Marcio retornó a Roma como triunfador, entre los aplausos de los senadores y de los patricios de la ciudad, y aún más de las dos mujeres con las que convivía diariamente: su madre, Veturia, por la que sentía auténtica veneración, y su esposa Velumnia. Pero no todos los romanos veían sus gestas con buenos ojos. En su retorno, tuvo que hacerle frente a varios problemas internos como