Y él con aquello nunca otra cosa hacía. Y en esto yo siempre le llevaba por
los
peores caminos, y adrede, por le hacer mal y daño: si habia piedras, por
ellas, si lodo, por lo más alto; que aunque yo no iba por lo más enjuto,
holgábame a mi de quebrar un ojo por quebrar dos al que ninguno tenía. Con
esto siempre con el cabo alto del tiento me atentaba el colodrillo, el cual
siempre traia lleno de tolondrones y pelado de sus manos; y aunque yo juraba
no lo hacer con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me aprovechaba
ni me creía más: tal era el sentido y el grandisimo entendimiento del traidor.
Y porque vea V.M. a cuánto se estendía el ingenio deste astuto ciego, contaré
un caso de muchos que con él me acaecieron, en el cual me parece dio bien a
entender su gran astucia. Cuando salimos de Salamanca, su motivo fue venir
a tierra de Toledo, porque decía ser la gente más rica, aunque no muy
limosnera. Arrimábase a este refrán: "Más da el duro que el desnudo." Y
venimos a este camino por los mejores lugares. Donde hallaba buena acogida
y ganancia, deteniamonos; donde no, a tercero día haciamos (Sant Juan.
Acaeció que llegando a un lugar que llaman Almorox, al tiempo que cogían
las uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna, y como suelen ir
los cestos maltratados y también porque la uva en aquel tiempo está muy
madura, desgranábasele el racimo en la mano; para echarlo en el fardel
tornábase mosto, y lo que a él se llegaba. Acordó de hacer un banquete, ansi
por no lo poder llevar como por contentarme, que aquel día me había dado
muchos rodillazos y golpes. Sentámonos en un valladar y dijo:
"Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos
este racimo de uvas, y que hayas dél tanta parte como yo. Partillo hemos
desta manera:
tú picarás una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más
de una uva, yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá