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20
31
e
Poba
lla en la
pared
estaban las paredes, como ahoma
emente
Vibora del Cielo que
selva en la época de las grandes lluvias
Pero, fuera quien fuese, el
ella habl
buscaban un lugar seguro donde poder
esperar tranquilamente la llegada de los herederos
fácil, inqu
de
En verdad, fueron muy felices. La comida
no muy sustanciosa porque la came.ora
dia se encontraba con gran desagrado del macho. A ella tam
bien le repugnaba la abstinencia forzada pero, temerosa de
verse obligada
al abandono de su linda casila, se consolaba
comiendo mucho de lo que era posible encontrar..
En cambio, se hartaban de cushin. Ella, con sus agudos dies
tes, quitaba la fibra de cierre de la vaina, y cuando aparecian
los trocitos relucientes los comian ambos acumicados uno
frente al otro, con el azafate de blanco manjar entre sus patas
También comian cush, que estaba rojo y maduro y muy del
gusto de Quej, el venado, que lo comía con su hembra dos
momentos antes que ellos. Además, tenían muy cerca un manzal
Y aunque los frutitos no estaban del todo amarillos, ella los
encontraba exquisitos
Un día estaba él a una
hora desusada frente a la
puerta de su casa. Se hallaba
tendido comodamente en el piso
del agujero que el sol calentaba
con sus flechitas perpendiculares,
alisándose con la lengua la her
mosa piel café y plata de su dorso,
cuando sintió un ruido en la mismisima pared