Texto I
Sara:
Recién llegados, al pueblo, invitamos a algunos vecinos
para Navidad, pero mi esposo me convenció de no
volver a hacerlo. No son nuestro tipo de personas.
Nosotros ya tenemos nuestros amigos, así que no hay
razón para invitar a personas que viven en el pueblo a
cenar. Alguien que no conocemos muy bien nos invitó a
tomar café. Fue ameno, pero nosotros no la invitamos
de vuelta. Luego, ella llamó y nos invito de nuevo a su
casa ¡Qué vergüenza! Me sentí muy mal porque, ¿cómo
iba a hacer para corresponderle?, ¿con quién
podríamos invitarla a nuestra casa? Ella no encaja con
nuestros amigos.
Texto II
Ana:
Estoy segura de que trastearme acá afectó mi vida.
Quizá sólo somos desafortunados, por lo que no hay
tantos niños en el vecindario, pero siento que cuando
mis hijos llegan del colegio están apartados de otros
niños. En nuestra casa anterior yo habría salido a la
puerta, alguien me habría visto y me habría dicho:
”¿Quieres un té?”. Las personas iban a hacer compras
juntas, cuidaban a los hijos de los vecinos... Creo que
aquí nadie me habló durante el primer año; fue terrible.
Ahora, siempre que llega alguien nuevo yo voy y lo
saludo. La gente debe pensar “¡Ahí va esa vieja
chismosa otra vez!” Probablemente, Sara interactuaría más con sus
vecinos si ellos.
A.
B.
C.
D.
La invitaran con mayor frecuencia a sus
casas.
Fueran más amables con su esposo.
No la presionaran a corresponder las
atenciones.
No fueran tan distintos de sus amigos.