La jirafa posee una anatomía extraordinaria. Tiene un cuello larguísimo, y cada ejemplar posee un pelaje exclusivo, diferente del de sus semejantes (las manchas de la piel son como nuestras huellas dactilares). Su desproporcionado cuello tiene, como el nuestro, tan sólo siete vértebras, pero muy alargadas. Finalmente, de la cabeza del macho sobresalen unos extraños cuernecillos con los que golpea a sus rivales en celo.

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