Entre la proporción divina
y la humana
Da Vinci entró en la sala donde estaba
Luca Pacioli examinando las ilustraciones
de su libro.
–Vuestro trabajo me parece fantástico,
Leonardo –dijo el fraile ordenando
los dibujos geométricos.
–Gracias, padre Pacioli –respondió
Da Vinci e hizo una leve inclinación–.
Vuestra obra, La divina proporción,
lo merecía.
–Acerté al encargaros las ilustraciones
del libro, pues sabía que el tema
de las proporciones os apasionaría
desde el momento en que
me enseñasteis el boceto del
Hombre de Vitruvio –remarcó
Pacioli.
–Las proporciones humanas
que Vitruvio recoge en su tratado
se ajustan a los cánones de belleza
del arte actual –explicó Da Vinci–.
¿Sabéis que la distancia del codo
al extremo de la mano es un quinto
de la altura de un hombre,
que la distancia del codo
a la axila es un octavo
o que la longitud de
la mano es un décimo?
El fraile miro su mano y pregunto:
-Si mi mano mide 17cm,¿Cual es mi estatura?
¿Cuanto mide mi brazo?