Frente a esta situación de represión y deterioro salarial, los trabajadores organizaron protagonizaron acciones de
resistencia. Muchos reaccionaron rebelándose contra la prohibición del peronismo. Realizaban actos relámpago en
las calles, en los que cantaban la marcha peronista, arrojaban volantes favorables a Perón y, luego, se retiraban
rápidamente.
Otros se nuclearon en los llamados "comandos de la resistencia peronista". Estos fueron pequeños grupos que
surgieron en todo el país, poco después de producido el golpe militar, en forma casi espontanea dentro de las
organizaciones de base ya existentes (se refiere a las organizaciones de trabajadores). Una gran parte de sus
conductores fueron dirigentes de segunda o tercera línea que habían escapado del encarcelamiento, por no ser muy
conocidos. Los comandos de la resistencia más audaces comenzaron a organizar sabotajes y elevar el tono de las
protestas, haciendo estallar, en diversos lugares, explosivos de fabricación casera, a los que llamaban "caños".
En los primeros años de la "revolución libertadora", estos grupos no tenían conexión entre si e, incluso, muchos de
sus miembros desconfiaban de la antigua dirigencia sindical. El intento por establecer una relación orgánica partió
del contacto establecido entre John William Cooke, que había sido diputado peronista en 1946, y Perón, quien lo
nombro su delegado. Entre 1957 y 1959, las acciones de la resistencia fueron creciendo en organización: del "caño"
pasaron a la dinamita o al explosivo plástico, de la dispersión a la planificación conducida por Cooke.

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