Romance de Rosalinda A las puertas del palacio de una señora de bien, llega un lindo caballero corriendo a todo correr. Como el oro es su cabello, como la nieve su tez; sus ojos como dos soles y su voz como la miel. —Que Dios os guarde, señora. —Caballero, a vos también. —Ofrecedme un vaso de agua que vengo muerto de sed. —Tan fresca como la nieve, caballero, os la daré, que la cogieron mis hijas al punto de amanecer. —¿Son hermosas vuestras hijas? —Como un sol de Dios las tres. —Decidme cómo se