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La intrusa
Ella tuvo la culpa, señor juez. Hasta entonces, hasta el día que llego, nadie se quejó
de mi conducta. Puedo decirlo con la frente bien alta. Yo era el primero en llegar a la oficina
y el último en irme. Mi escritorio era el más limpio de todos. Jamás me olvide de cubrir la
máquina de calcular, por ejemplo, o de planchar con mis propias manos el papel carbónico.
El año pasado, sin ir más lejos, recibí una medalla del mismo gerente. En cuanto a esa, me
pareció sospechosa desde el primer momento. Vino con tantas infulas a la oficina. Además,
¡qué exageración!, recibirla con un discurso, como si fuera una princesa.
Yo seguí trabajando como si nada pasara, los otros se deshacían en elogios.
Alguno,deslumbrado, se atrevía a rozarla con la mano. ¿Cree usted que yo me inmuté por
eso, señor juez? No. Tengo mis principios y no los voy a cambiar de un día para el otro.
Pero hay cosas que colman la medida.
La intrusa poco a poco me fue invadiendo. Comencé a perder el apetito. Mi mujer
me compró un tónico pero sin resultados. ¡Si hasta se me caía el pelo, señor, y soñaba con
ella! Todo lo soporté, todo. Menos lo de ayer. "González me dijo el gerente - lamento
decirle que la empresa ha decidido prescindir de sus servicios". Veinte años, señor juez,
veinte años tirados a la basura. Supe que ella fue con la alcahueteria. Y yo, que nunca dije
una mala palabra, la insulté. Sí, confieso que la insulté, señor juez, y que le pegué con
todas mis fuerzas. Fui yo quien le dio con un fierro. Le gritaba y estaba como loco. Ella tuvo
la culpa. Arruinó mi carrera, la vida de un hombre honrado, señor. Me perdi por una
extranjera, por una miserable computadora, por un pedazo de lata, como quien dice.
Pedro Orgambide. "La buena gente", Buenos Aires, Sudamericana, 1970


¿Que tipo de narrador se destaca en la historia?