Conocí el mar a los cinco años y supongo que mi primer
contacto con él fue como el que solemos ver en los niños
pequeños, asustados, de la mano o en brazos de sus
padres cuando se acercan al agua bajo la promesa de «no
te pasará nada malo, vas a ver cuánto te gusta». Desde
ese primer chapuzón, desde esa primera experiencia, muy
común para todos los humanos, es imposible no sentirse
atrapado por la belleza del mar. Nací en Quito, una ciudad
andina en medio de volcanes y montañas, y aunque

Respuesta :