A finales del siglo XVIII el liberalismo económico empezó a surgir en la mayor parte del panorama europeo. Poco a poco, conforme fueron creciendo los distintos mercados de bienes (tanto nacionales como mundiales) y se produjo el aumento de la industria y del comercio, así como de las inversiones, los gobiernos comenzaron a integrar medidas liberales en sus discursos. Así nacieron nuevas medidas como la libre circulación de productos, capital y trabajadores.