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Una Rutina de Aventura

Laura siempre había soñado con viajar por el mundo. Desde pequeña, veía programas de televisión sobre lugares exóticos y culturas diferentes. Frecuentemente, le decía a su familia que algún día visitaría esos sitios. Diariamente, se sumergía en libros de viajes y guías turísticas, imaginando cómo sería estar en esos lugares.

Un día, decidió que ya no podía esperar más. Normalmente, Laura era una persona muy organizada, así que planificó cuidadosamente su primer viaje. Decidió comenzar por Asia, un continente que la fascinaba. Usualmente, las personas empiezan con destinos más cercanos, pero ella quería algo distinto.

Llegó a Tailandia y se sorprendió de lo diferente que era todo. Generalmente, Laura se sentía cómoda en su ciudad natal, pero aquí todo era una nueva aventura. Se levantaba temprano cada mañana para explorar. A menudo, se perdía por las calles llenas de mercados y templos, disfrutando de cada momento.

En uno de esos paseos, conoció a una joven local llamada Anong, quien constantemente le hablaba sobre la cultura tailandesa. De vez en cuando, Laura y Anong se encontraban para visitar algún lugar nuevo o probar alguna comida exótica. Raramente Laura se sentía tan conectada con alguien tan rápidamente, pero con Anong fue diferente.

Cada semana, Laura enviaba postales a su familia, contándoles sobre sus aventuras. Regularmente, recibía correos electrónicos de amigos preguntando cuándo regresaría, pero ella solo respondía que aún no estaba lista para volver.

Después de unos meses, decidió continuar su viaje a Japón. Frecuentemente, había leído sobre la mezcla de tradición y modernidad en ese país, y no podía esperar para experimentarlo por sí misma. A diario, encontraba algo nuevo que la dejaba maravillada: templos antiguos, jardines zen y rascacielos impresionantes.

Laura sabía que no podría estar viajando permanentemente, pero ocasionalmente pensaba en cómo sería asentarse en un lugar diferente al suyo. Nunca había considerado esta posibilidad antes, pero los viajes le habían abierto la mente a nuevas ideas.

Finalmente, tras un año de aventuras, decidió regresar a casa. Siempre llevaría consigo los recuerdos de los lugares que había visitado y las personas que había conocido. Y aunque había vuelto, Laura sabía que probablemente no sería su último viaje.