Debe soportar cargas, es decir, su propio peso y el de los elementos que se encuentran sobre ella, como personas, objetos o materiales de construcción.
Debe ser estable, es decir, no debe volcarse o caerse bajo la acción de las fuerzas que actúan sobre ella, como el viento o los sismos.
Debe ser rígida, es decir, no debe deformarse excesivamente cuando se aplican cargas sobre ella. La deformación excesiva puede comprometer la funcionalidad y seguridad de la estructura.
Debe ser lo más ligera posible, para ahorrar material y reducir los costos de construcción. Sin embargo, esta condición debe equilibrarse con las otras, ya que la estructura debe seguir siendo resistente y estable.