Antes de cinco minutos, el mismo avión negro volvio a pasar en la dirección contraria, a igual altura que la primera
vez. Volaba inclinado sobre el ala izquierda y en la ventanilla de ese lado vi de nuevo, perfectamente, al hombre
que examinaba el mar con unos prismáticos. Volví a agitar la camisa. Ahora no la agitaba desesperadamente. La
agitaba con calma, no como si estuviera pidiendo auxilio, sino como lanzando un emocionado saludo de
agradecimiento a mis descubridores.
A medida que avanzaba me parecio que iba perdiendo altura [...]. Por un momento estuvo volando en linea recta,
casi al nivel del agua. Pense que estaba acuatizando y me prepare a remar hacia el lugar en que descendiera.
Pero un instante despues volvio a tomar altura, dio la vuelta y paso por tercera vez sobre mi cabeza. Entonces no
agite la camisa con desesperacion. Aguarde que estuviera exactamente sobre la balsa. Le hice una breve señal y
espere que pasara de nuevo, cada vez mas bajo. Pero ocurrio todo lo contrario: tomo altura rapidamente y se
perdio por donde habia aparecido. Sin embargo, no tenia que preocuparme. Estaba seguro de que me había visto,
volando tan bajo y exactamente sobre la balsa. Tranquilo, despreocupado y feliz, me sente a esperar.