El anciano señor Scrouge no conseguía dormirse. Le atormentaban toda clase de pensamientos extraños, cosa a la que no estaba acostumbrado. Era como si una bolsa de ideas, guardada intacta durante setenta y cinco años, hubiera reventado de repente.
El anciano señor Scrouge daba vueltas en la cama. Al ritmo de sus movimientos, las imágenes surgían ante sus ojos abiertos. Pasaba revista, una tras otra, a todas las personas con las que se había relacionado a lo largo de su existencia, sin haber conseguido nunca hacerse un sólo amigo. Volvía a ver los rostros de las mujeres con las que nunca quiso mantener una relación íntima, por miedo a perder su precioso y pequeño confort. Recordaba al mendigo al que había rehusado un pedazo de pan, al ciego, perdido en el centro de la calzada, al que deliberadamente había fingido no ver. Ahogó un sollozo.

Tomado de: Topor, R. (1996). Acostarse con la reina y otras delicias. Barcelona: Anagrama.

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Según el fragmento, ¿cuál era la razón por la que el señor Scrouge nunca se había relacionado íntimamente con nadie?

a)
La gran timidez que sentía al acercarse a las personas.

b)
La desilusión que había tenido con relaciones pasadas.

c)
El temor que le causaba disminuir su comodidad material.

d)
El aburrimiento que le producían los problemas de los demás.


Omitida