La época prehispánica
El origen de la planta de la papa y de su tubérculo comestible se establece, según
la evidencia científica actual, en el año 8000 a.C. en el altiplano andino, aproxi-
madamente en el sur del actual Perú y al noroeste de Bolivia. Durante siglos fue,
junto al maíz, primordial en la alimentación de las culturas andinas precolombinas,
que consideraron a esta planta como un regalo de los dioses.
En la región andina, la papa es considerada parte de la vida y símbolo de energía;
debido a su importancia, existen varias leyendas acerca de su origen. Las pobla-
ciones andinas incluso ordenan sus calendarios y planifican sus festividades en
función de la siembra y cosecha de este tubérculo.
Según Félix Layme, especialista en la cultura aimara, existen tres tipos de papa: las
débiles al frío, las intermedias y las fuertes o resistentes al calor. Las primeras se
denominan qhini; las intermedias se denominan munta, y las resistentes, anchawiri
(papa amarga). De estas tres se derivan cientos de especies que conocemos ac-
tualmente.
El mismo autor nos cuenta que una costumbre ancestral para conservar la papa
es reservar una buena parte de la cosecha para elaborar chuño y tunta. Para ha-
cer chuño, se congela la papa, se la expone al sol y se la vuelve a congelar hasta
deshidratarla. La diferencia entre el chuño y la tunta es que a la segunda se la re-
moja en el agua del río, lo que hace que adquiera un color blanquecino.
Estos productos son parte de la vida cotidiana en el mundo andino; no pueden
faltar en ninguna celebración del campo ni de la ciudad: están presentes en los
bautizos, en los matrimonios, en los velorios y en todas las fechas importantes del
calendario andino.
La papa en Europa
Según las crónicas de la conquista española sobre lo que hoy es Sudamérica, la
papa viajó en 1554 desde el antiguo Perú a España. Presentada como curiosidad
culinaria, en 1573 se la plantó en el Hospital de Sevilla para proporcionar comida
a los enfermos. Conocida originariamente por el nombre de papa, los españoles
empezaron a denominarla patata para no ofender a los papas católicos.
Cuando este tubérculo llegó a Europa no mantuvo su significado, pues lo llevaron
arrancado de su contexto original. Desde el punto de vista europeo era un vegetal
más, sin todo el simbolismo y el conocimiento que se tenía de este en el mundo
andino. Desde su llegada a Europa, pasó mucho tiempo hasta que se hiciera po-
pular. Si bien era fácil de sembrar, como el clima era diferente (los días son más
largos en el verano europeo) no tenía la misma calidad, por lo que se la usaba
para alimentar al ganado o como plantas decorativas. Cuando se descubrieron
nuevas técnicas para sembrarla, se convirtió en un éxito en Irlanda, Alemania,
Prusia y Francia.
A partir del siglo XVII, coincidiendo con la devastación que produjo la Guerra de
los Treinta Años en Europa, la papa empezó a cultivarse masivamente en todo el
continente para mitigar los efectos de la hambruna. Grandes ejércitos, como el
de Napoleón, subsistieron y combatieron gracias al sustento que este producto
aportaba. A partir de entonces, la papa se convirtió en uno de los alimentos más
importantes para el ser humano en todo el mundo por su gran valor nutritivo y la
facilidad para sembraron






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