Respuesta :
Sin temor a incurrir en un gran error, se puede decir que el paisaje y el pasado son las facciones más vigorosas de la personalidad de Salta. Con su fuerza y magnetismo, el primero condicionó y, en parte, modeló su historia. Cualquier intento de aproximación a su realidad deberá seguir el camino que, con todo acierto esbozó el ensayista venezolano Mariano Picón Salas.
"El secreto de nuestra psique ha de rastrearse, frecuentemente, por indirecta ruta emocional y estética. Requiere de poetas tanto como de historiadores".
A la luz de esta doble vía se podría comenzar a explicar que Salta sea reconocida como tierra de poetas y por qué la sola mención de su nombre suscita imágenes de un pasado en el que las leyendas tienen, a veces, más fuerza que los hechos.
Paisaje y pasado conforman un entramado que se manifiesta en su cultura. "La literatura salteña, enamorada de su tierra, es especialmente sensible a esas realidades, que aprecia en sus valores profundos y rescata del olvido o la lejanía para entregarlos a todos", señala Laura Cortazar de Seghezzo. El hombre establece aquí una relación "carnal y entrañable" con la tierra. El poeta Raúl Araóz Anzoátegui propone casi como una explicación de la sensibilidad actual, ese llamado ancestral de la naturaleza, esa "íntima afinidad, consustancial, entre tierra y hombre". No han podido sustraerse de su influjo otras expresiones de su cultura: gran parte de su plástica es tributaria de la luz y el paisaje salteños.
Los únicos rastros de coplas quichuas encontrados por Juan B. Ambrosetti en 1895, son dos oraciones de ruego a la Pachamama, consigna Juan Alfonso Carrrizo.
Por lo demás, los 4.867 cantos populares incluídos en el "Cancionero popular de Salta" que Carrizo recopiló viajando por Salta en 1928, son una prueba documental de ese tejido tan ceñido hecho con fibra donde predomina la influencia del cancionero español. Carrizo habla de influencia porque sólo el 5% del material recopilado tiene probado y directo origen hispánico.
El cancionero salteño tiene una buena cantidad de temas comunes con Perú, Bolivia, Chile, Ecuador y Venezuela. Las noticias que proporciona Ernesto Padilla a este investigador sobre comerciantes salteños y tucumanos llegando hasta Quito, da idea de la amplitud del tráfico comercial durante la época colonial y, por extensión, de las rutas de las afinidades culturales.
A la luz de esta doble vía se podría comenzar a explicar que Salta sea reconocida como tierra de poetas y por qué la sola mención de su nombre suscita imágenes de un pasado en el que las leyendas tienen, a veces, más fuerza que los hechos.
Paisaje y pasado conforman un entramado que se manifiesta en su cultura. "La literatura salteña, enamorada de su tierra, es especialmente sensible a esas realidades, que aprecia en sus valores profundos y rescata del olvido o la lejanía para entregarlos a todos", señala Laura Cortazar de Seghezzo. El hombre establece aquí una relación "carnal y entrañable" con la tierra. El poeta Raúl Araóz Anzoátegui propone casi como una explicación de la sensibilidad actual, ese llamado ancestral de la naturaleza, esa "íntima afinidad, consustancial, entre tierra y hombre". No han podido sustraerse de su influjo otras expresiones de su cultura: gran parte de su plástica es tributaria de la luz y el paisaje salteños.
Los únicos rastros de coplas quichuas encontrados por Juan B. Ambrosetti en 1895, son dos oraciones de ruego a la Pachamama, consigna Juan Alfonso Carrrizo.
Por lo demás, los 4.867 cantos populares incluídos en el "Cancionero popular de Salta" que Carrizo recopiló viajando por Salta en 1928, son una prueba documental de ese tejido tan ceñido hecho con fibra donde predomina la influencia del cancionero español. Carrizo habla de influencia porque sólo el 5% del material recopilado tiene probado y directo origen hispánico.
El cancionero salteño tiene una buena cantidad de temas comunes con Perú, Bolivia, Chile, Ecuador y Venezuela. Las noticias que proporciona Ernesto Padilla a este investigador sobre comerciantes salteños y tucumanos llegando hasta Quito, da idea de la amplitud del tráfico comercial durante la época colonial y, por extensión, de las rutas de las afinidades culturales.