Si nos dejamos amar por Dios nuestra familia puede crear en valores y en espíritu. De tal manera que, a partir del amor de Dios, la familia puede adquirir una armonía y una paz única la cual permita el desarrollo personal de todos los integrantes.
El amor de Dios es demasiado grande y el mismo tiene la grandeza de guiarnos por el buen camino. Por tanto, dejándonos amar por Dios es una forma de encontrar paz y crecer espiritualmente.
Una familia con fortaleza espiritual podrá enfrentar cualquier problema o situación adversa.
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