Respuesta :

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Descartes se dedica a la ciencia con un fin práctico y no teórico, lo que permite verlo como un filósofo de la moral antes que como filósofo especulativo o de la ciencia. Su filosofía moral es una sola; pero siendo su moral perfectible, la expresa en el Discurso del método como pertrecho o aprovisionamiento del que viaja por la vida. En el Tratado de las pasiones, cuando se ha conquistado la conciencia de la libertad y es firme la resolución de usarla siempre y nunca perderla, toma la forma de moral de la generosidad y no ya de aprovisionamiento. La distinción que introduce entre “certeza moral” y “certeza más que moral” se refiere a la garantía de la verdad y no a verdades tenues y firmes para emplear en lo práctico y en lo teórico respectivamente.

Explicación:

Sin embargo, solo unas diez de las casi 400 páginas del libro se dedican a la moral cartesiana. Con este fin ilustrativo puede notarse que las Reglas para la dirección del espíritu han sido estudiadas como si su contenido fuera exclusivamente epistemológico con algunos elementos de metafísica y no se repara lo suficiente en lo que hay en ellas de contenido práctico-moral, a pesar de que la primera regla allí propuesta declara el fin práctico de los estudios. En efecto, Jean Luc Marion nos ha aportado estudios sistemáticos sobre su metafísica y su teoría de las ciencias, pero no sobre su moral, sin que esto signifique que niegue el interés práctico que inspira a la obra cartesiana.4 A su vez, Étienne Gilson, refiriéndose a la ocupación de Descartes sobre temas de moral, dice: “Si Descartes ha extendido al problema del error la solución aportada por la Escuela al problema del pecado es pues sin duda por razones de orden interno y nacidas de las exigencias de su propio sistema”5 y explica Gilson que Descartes ha considerado el error como mal por consecuencia de introducir cierta modificación en el concepto del juicio de Santo Tomás, quien lo situaba como un acto del entendimiento, mientras Descartes ve en el juicio un acto de la voluntad, derivado de su consideración del entendimiento como facultad pasiva que recibe datos de la percepción. Sobre estos datos el entendimiento ejerce una especie de clasificación y discernimiento cuyos resultados son tomados por la voluntad que es facultad, no ya de discernir, sino de elegir. Es entonces la voluntad la que afirma o niega; en esta distinción fuerte entre entender y querer radica la asimilación del error al pecado

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