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1. Familiarízate con el género

Para escribir un género, primero hay que conocerlo. Y para empezar a conocerlo, hay que leer a los grandes escritores y maestros de ese área. Ojo, ten cuidado con la literatura barata, especialmente cuando se trata de un género tan difícil. No es conveniente aprender de relatos de terror que no poseen una base experimentada y sólida. No pretendas convertirte en el próximo Stephen King leyendo terror amateur, hay que ir a lo grande desde el principio.

2. Elige el tipo de miedo que vas a utilizar

Terror psicológico, terror gótico, terror mórbido, terror sublime, terror gore… Existen multitud de subgéneros de terror que hacen que cada historia sea totalmente diferente. Estamos muy mal acostumbrados y tendemos a pensar que el terror se reduce a muebles que se mueven, fantasmas, asesinos con motosierra o payasos psicópatas.  

No vayas a lo típico (lo cual no implica que lo típico no pueda ser realmente bueno), indaga un poco más en otros subgéneros de terror hasta dar con el tuyo. Hay muchas formas de desatar ese instinto primario que conocemos como miedo y cuanto más original sea tu medio, mejor será tu historia.

3. Piensa quién o qué será el objeto de terror

Zombies, fantasmas, vampiros, aliens, son los miedos más típicos cuando se junta el terror con la fantasía o con la ciencia ficción. Por otro lado, el clásico asesino en serie o psicópata suele ser el eje del terror en un thriller de terror. Pero hay muchas cosas ahí fuera que dan miedo. H. P. Lovecraft lo sabe mejor que nadie, por eso su literatura es la más terrorífica que existe, porque su objeto de terror es tan absurdo como imposible.

El objeto de terror no tiene por qué dar miedo en primera instancia, puede ser algo adorable e inocente al principio, pero que, de un modo u otro, acaba siendo aterrador o inquietante para el lector.

4. Crea una atmósfera y unos personajes adecuados

Necesitarás una ambientación adecuada para ese miedo que has elegido. El contexto es fundamental en el terror. Aprovecha que, como escritor, puedes situar a los personajes en cualquier escenario posible. Atendiendo a esto, haz combinaciones terroríficas:

  •   Por ejemplo, una niña con un viejo camisón en una fiesta   del pijama con sus amigas no da ningún miedo, ni desentona lo mas mínimo. Pero si colocamos a esa misma niña en un hospital abandonado a las 3 de la madrugada, la cosa cambia.

Los personajes, no necesariamente todos, tienen que ser valientes. No, no es que sea un tópico, es que de lo contrario la fórmula no funciona. Véase de la siguiente manera:

  • Una familia se muda a una casa que acaban de comprar a un precio sospechosamente bajo. La primera noche empiezan a oír ruidos extraños y sopesan la posibilidad de que pueda estar encantada. A la mañana siguiente la familia, atemorizada, se vuelve a mudar y fin de la historia.

Nos quedamos sin narración antes incluso de haber empezado. Por ello, siempre viene bien alguien capaz de vivir la experiencia, con agallas para investigar qué ocurrió en esa casa y enfrentarse a los fantasmas que se le presenten.

5. Haz un buen uso del suspense con un gran final

El suspenso debe crecer gradualmente hasta estallar en un grito de pánico. El terror necesita preparación y tono para inquietar al lector cuando haya dejado de leer. Tener al lector comiéndose las uñas durante la mayor parte del tiempo es un buen síntoma. Para ello, propicia que en todo momento pueda ocurrir algo terrorífico, aunque luego no ocurra nada… hasta el final.

Las historias de miedo no suelen tener un final feliz, como mucho un final abierto. Tampoco pasa nada si termina bien, siempre y cuando haya supuesto un sacrificio para el protagonista. Pasar por algo supuestamente terrible y estar como nuevo y sin secuelas al día siguiente… entonces es porque no ha sido una auténtica experiencia de terror.

Espero te sirva, suerte :)