las nuevas tecnologias y las redes sociales como facebook twitter y flickr han hecho que la fotografia sea fundamental en la vida de la gente

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cionar a unas pocas–, y a partir de ahí empezarán a circular entre su grupo de

amigos. Algunas de esas fotos simplemente serán para inmortalizar un momen-

to social, un encuentro, quizá para visualizar una anécdota que posteriormente se

contará a los amigos o puede que sea “la foto para ligar” como escuché a una

adolescente mientras charlaba con unos amigos en la calle. Todas estas cuestio-

nes nos devuelven a la pregunta del título que intentaremos responder: ¿Por qué

la gente comparte fotografías en Internet?

2. La fotografía como creadora de identidades virtuales

Cuando nos registramos en una red social, una de las primeras cosas a la que nos

anima la web es a subir una fotografía nuestra; empezamos a buscar entre las

fotos que tenemos: en ésta no salgo favorecido, aquí sale mucha gente, en ésta

apenas se me ve… O sencillamente realizamos un autoretrato improvisado y tras

uno o varios intentos logramos sacar una foto en la que nos veamos bien. En

cualquiera de los dos casos la elección de la fotografía que publiquemos no suele

ser arbitraria. ¿Publicaríamos una foto nuestra con una copa en la mano sabien-

do que nuestro jefe podría verla? ¿Pondríamos como foto principal en una pági-

na de contactos una en la que salgamos desfavorecidos?

De un modo u otro cuidamos la imagen que queremos dar de nosotros mis-

mos a la vez que construimos nuestra identidad virtual. Jaques Lacan (1962: 2),

siguiendo la tradición freudiana, definía al “yo” como un ser fragmentado, al

igual que sucede con las identidades virtuales. Nosotros nos reconocemos, y nos

reconocen en la red como un ser con múltiples facetas, fragmentado y disconti-

nuo en el espacio y en el tiempo. Sherry Turkle (1997: 230) define el espacio vir-

tual como “un lugar donde los signos que representan la realidad se convierten

en realidad”, al preguntarse si vivimos en la pantalla o dentro de ella.

Cada vez que subimos una fotografía o hacemos un comentario en una

red social estamos trasladando parte de nuestra propia realidad a la pantalla

para que cualquiera que la vea sepa cómo es y a partir de lo que ve pueda cons-

truir su propia idea de quiénes somos. A la hora de elaborar la identidad virtual

establecemos un proceso de elección –más o menos selectivo– de aquellos ele-

mentos que la van a constituir para posteriormente proyectar una identidad

ideal de nosotros mismos. Este “yo” ideal no tiene por qué tener una relación

de semejanza con el “yo” real o con ninguno de los fragmentos de la propia

personalidad. Además de la composición fotográfica, que ya en sí implica un

grado de subjetividad, podemos seguir modelando la identidad a través de las

herramientas de retoque para añadir, eliminar o cambiar aquello que quera-

mos. “Esta situación conlleva a gustos y disgustos exagerados, a la idealización

y a la demonización” según Turkle (1997: 274)