Respuesta :

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En los últimos años se han producido muchos cambios en la escuela con el propósito declarado de generar más oportunidades de inclusión genuina con aspiración de propiciar una mayor justicia social. Se extendió la obligatoriedad, se aumentaron los días de clase, se redujo el tiempo de vacaciones, se incluyeron los chicos con capacidades diferentes, se modificó el diseño curricular, el régimen de evaluación y las normas de convivencia. También se extendió el período de formación de los docentes primarios, se modificaron los planes de estudio de las carreras de profesorado en muchas universidades; se crearon nuevas escuelas, se proveyó a los establecimientos de recursos materiales desde libros a computadoras y se incorporó al trabajo a diversos especialistas para una labor conjunta con los docentes de aula: psicopedagogos, asistentes sociales, psicólogos, fonoaudiólogos etc. Sin embargo las cosas no van bien en la escuela, en particular en lo que hoy denominamos nuevamente enseñanza secundaria. Nuestra investigación advierte que los cambios instituidos, inspirados en propósitos que compartimos, se ven seriamente amenazados por la permanencia de narrativas que operan en sentido contrario. Desplazar las narrativas imperantes, tanto en el espacio social escolar como en el ámbito universitario, no es a las claras una tarea sencilla. En primer lugar es necesario comprender cómo operan en la mente de los sujetos y luego imaginar modos de trabajo que incidan en su modificación, con el firme propósito de generar con ello cambios en su desempeño en las aulas de la escuela obligatoria.

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