Cuando otro actúa de esa manera, decimos que tiene mal genio; pero cuando tú lo haces, son los nervios. Cuando al otro no le gusta tu amigo, tiene prejuicios; pero cuando a ti no te gusta su amigo, sencillamente muestras ser un buen juez de la naturaleza humana. Cuando el otro hace las cosas con calma. Es una tortuga; pero cuando tú lo haces despacio es porque te gusta pensar las cosas. Cuando el otro gasta mucho, es un despilfarrador; pero cuando tú lo haces, eres generoso, Cuando el otro encuentra defectos en las cosas, es maniático; pero cuando tú lo haces, es porque sabes discernir. Cuando el otro rompe algo, es torpe; cuando tú lo haces, eres enérgico. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene en el ojo tu hermano/a, en tu prójimo y no te fijas en la viga que tienes en el tuyo? Veamos las virtudes de los demás y dejemos de juzgar, que conforme a nuestro juicio seremos juzgados. Cada uno de nosotros tiene mil cosas que hacer, y poseemos bienes materiales, algunos más que otros. Sin embargo, cuando llegamos delante de Dios; ¿De qué nos sirven? ¿Podemos acaso impresionar a Dios con nuestros bienes? Lo mejor que le podemos ofrecer a Dios es nuestra vida, nuestros pensamientos y corazones. De esa forma, agradaremos a Dios.
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