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Explicación:Si queremos que el bien común sea una realidad práctica y efectiva no podemos pasar por alto toda la cuestión relativa al uso de los bienes y el derecho a la propiedad. En la tradición cristiana se ha insistido siempre en que no somos dueños absolutos y exclusivos de los bienes, sino administradores de los bienes que Dios ha puesto en nuestras manos para uso de todos. La Iglesia afirma que es un derecho básico de toda persona poseer los bienes necesarios para vivir y desarrollarse humanamente. Este derecho, vinculado a la dignidad de la persona, es anterior a cualquier forma de organización social de la propiedad.

Los bienes no deben ser un fin en sí mismos, sino un medio para hacer posible la vida y una vida digna. Los bienes, fruto de la naturaleza y el trabajo de las personas, son de todos y para todos, y su uso debe regirse por el principio de justicia que decíamos hace un momento: que puedan ser usados por todos y todas.