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Úrsula Suárez nació en Santiago de Chile en 1666 en el lecho de una de las familias

mejor acomodadas de la época y muere en un convento de la misma ciudad en 1749. Debido a la

aberración que sentía por los hombres y el matrimonio decidió ingresar al convento de Clarisas

de Nuestra Señora de la Victoria y practicar la vida de religiosa. Es posible que al abandonar su

estilo de vida familiar haya sido arto difícil por haber renunciado a los lujos a los que estaba

acostumbrada. Armando de Ramón comenta sobre la situación de la familia Suárez al decir que

“no podía pedirse en aquel entonces en Santiago de Chile un ramillete de antepasados y parientes

más ilustres” (59). Sin embargo, su costumbre a los lujos no le impidió refugiarse en la fe para

evitar la posibilidad de vivir en matrimonio. Al acercarnos a Relación autobiográfica, texto

hagiográfico de Úrsula Suárez se percibe el carácter rebelde de la autora. Utilizando la teoría de

Elizabeth Fretzel sobre los motivos literarios, el texto se presta para analizar el motivo de la

rebeldía. Así pues, se analizará la rebeldía de la autora ante las instituciones de la familia, la

sociedad, las figuras religiosas y, “la voz” de Dios por aparecer constantemente en el discurso.

Este tema es de suma importancia ya que facilita comprender el carácter y la personalidad de la

autora ante una sociedad colonial en la cual se restringía el acto de la escritura a un círculo

selecto compuesto por hombres y se asignaban papeles específicos según el género.

Salvo escasas excepciones y hasta tiempos recientes había sido al varón al que se le

otorgaban las posibilidades de acceso al mundo de las letras. Y como tal, la repercusión en el

sistema fue la instauración de un discurso íntegramente masculino, lo cual continuó hasta

iniciado el siglo XX. Hasta entonces el número de mujeres con derecho a la escritura se había

restringido encarecidamente; y en la mayoría de los casos en que a las mujeres se le daba la

oportunidad de escribir era una práctica exigida y controlada, especialmente en el caso de la

mujer conventual. Y no sólo se les exigía escribir sino que se veían en la obligación de

representarse denigrantemente ante la figura masculina. De hecho, los sacerdotes les imponían a

las monjas coloniales la escritura como forma de confesión. Sin embargo, algunas mujeres

utilizaron audazmente la escritura y la retórica de la humildad para burlar la censura ante las

instituciones aprovechando la oportunidad para expresar sus ideas. Ante esta situación, la mujer

no podía resistirse a la escritura ya que le obligaba el voto de subordinación y obediencia ante la

figura masculina del confesor. La obediencia se le exigía igualmente a la mujer en otras

instituciones como la familia y el matrimonio, por ejemplo, en el seno de la familia la mujer

debía obedecer, primeramente al padre, después a los hermanos varones y por último, a la madre.

En el matrimonio la mujer debería obedecer al marido y en la vida social debería seguir las

reglas establecidas en un mundo presidido por el hombre. Por continuidad, en la vida conventual

se le debía obediencia al guía espiritual.

Explicación:

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