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En 2002 Argentina se declaró en default en medio de grandes protestas.

Cada vez que asume un nuevo presidente, los argentinos escuchan la misma expresión: "la pesada herencia".

Es un eufemismo que utilizan los gobiernos para resumir los problemas económicos que heredan de la administración anterior.

En el caso del actual mandatario, Alberto Fernández, una de las herencias más pesadas que recibió es, sin dudas, la deuda pública.

Apenas asumió en diciembre pasado, Fernández y su ministro de Economía, Martín Guzmán, debieron ponerse a negociar con los acreedores del país para ver cómo afrontan los más de US$320.000 millones que se le deben a bonistas, organismos de crédito y agencias del sector público.