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La mayoría de las calles en nuestras ciudades son poco atractivas e incluso hostiles. Mientras que muchos podrían decir que esto se debe a un diseño pobre, estas calles (poco acogedoras) son solo síntomas de un problema aún mayor. El origen está en el enorme crecimiento del tráfico de las últimas décadas y el respeto mostrado hacia los automóviles. La vida de la calle en nuestras ciudades se ha estropeado por esta razón, manifestándose de dos maneras complementarias: los planificadores de transporte e ingenieros han concedido la prioridad a los autos con respecto a otros usuarios de la vía y, en paralelo, otros usuarios más vulnerables se han retirado ante de la amenaza planteada por el aumento del tráfico. A medida que el número de vehículos crece, balancear el riesgo entre los diferentes usuarios de la calle se vuelve más difícil. El margen de maniobra es, literalmente, cada vez menor. Fundamentalmente, hay una diferencia en la forma en la que los que diseñan y los que la utilizan perciben la calle.

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