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En la catequesis que asistí para mi Primera Comunión hacían a los niños aprender las ocho Bienaventuranzas, pero yo nunca conseguí aprenderlas de memoria. Tampoco ahora sabría decirlas. ¿Tan importantes son las Bienaventuranzas en las enseñanzas de Jesús?

Para que refresques tu memoria, te cito en primer lugar las ocho Bienaventuranzas que están en Evangelio según san Mateo.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia..

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por ser justos, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5, 3-10).

Claro que son importantes para nosotros las Bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas son como el centro de la predicación de Jesús; recogen y perfeccionan las promesas de Dios hechas a partir de Abraham. Dibujan el rostro mismo de Jesús, y trazan la auténtica vida cristiana, desvelando al hombre el fin último de sus actos: la bienaventuranza eterna (Compendio, n. 360).

El espíritu de las Bienaventuranzas consiste en tener una firme decisión de amar a Dios y a nuestros prójimos en todas las circunstancias de la vida, aun en las más difíciles. El premio que anuncia Jesús en las Bienaventuranzas es la felicidad plena y eterna con Dios en el Cielo. Las Bienaventuranzas responden al innato deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre, a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer (Compendio, n. 361).