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Fue una herida, en parte autoinfligida, que causó un trauma duradero en la conciencia nacional de México.

La pérdida de Texas en 1836 y la incapacidad del gobierno mexicano de recuperar ese territorio durante los años que precedieron a su integración con Estados Unidos, ocurrida en 1845, aún se sienten.

"Esto es algo que desde aquel tiempo ha afectado el sentido de identidad de los mexicanos y el crecimiento del nacionalismo mexicano", dice Miguel González Quiroga, excatedrático de la Universidad Autónoma de Nuevo León y actual investigador invitado de la Universidad de Texas en San Antonio.

Ese despojo territorial, sin embargo, era en parte consecuencia de una realidad demográfica insoslayable: por cada mexicano que residía en ese territorio había unos 10 colonos de origen estadounidense.