Respuesta :

Gran maestre de la Orden del Toisón de Oro.

Gran maestre de la Orden de Carlos III.

Gran maestre de la Orden de Isabel la Católica.

Gran maestre de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa.

Gran Maestre de la Real y Militar Orden de San Fernando.[196]

Gran Maestre de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

Extranjeras Editar

1814: Caballero de la Orden del Espíritu Santo.[197][198] (Bandera de Francia Reino de Francia)

1814: Caballero de la Orden de San Miguel.[197] (Bandera de FranciaReino de Francia)

1815: Caballero de la Orden de la Jarretera.[199][200] (Bandera de Reino Unido Reino Unido)

Caballero de la Orden de San Jenaro.[201] (Bandera de Reino de las Dos Sicilias Reino de las Dos Sicilias)

Caballero gran cruz de la Real Orden de San Fernando y del Mérito.[202] (Bandera de Reino de las Dos Sicilias Reino de las Dos Sicilias)

Caballero gran cruz de la Orden de la Legión de Honor. (Bandera de Francia Reino de Francia)

Caballero gran cruz de la Orden de San Esteban de Hungría.[203][204] (Bandera de Imperio austríaco Imperio austríaco)

Caballero de la Orden del Elefante.[205] (29 de agosto de 1818, Bandera de Reino Danesa Reino de Dinamarca)

Explicación:

Hijo y sucesor de Carlos IV y María Luisa de Parma, depuestos por sus partidarios en el motín de Aranjuez, pocos monarcas disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales entre el pueblo español. Obligado a abdicar en Bayona, pasó toda la guerra de Independencia prisionero en Valençay. A pesar de ello, Fernando continuó siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas de Gobierno, el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz. Ante el avance francés en la Península, el vacío de poder conduce a una revolución liberal en América y España que pretende finiquitar el Antiguo Régimen. El rey es despojado de soberanía,[4][5][6] que se disputa entre las cortes de Cádiz y las juntas americanas en un conflicto de alcance continental. La instalación de unas cortes peninsulares para el conjunto de la monarquía, dentro del marco del liberalismo, enfrentó a las juntas americanas que actuaron de forma autónoma en un proceso que llevaría al conflicto militar, la formación de Congresos Constituyentes y la proclamación de la independencia.

Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José I Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España con el tratado de Valençay. El 13 de marzo de 1814 decide volver a España y al Trono. Entró en España, el 22 de marzo de 1814, por Gerona, y tras pasar por Zaragoza, se dirigió a Valencia. Entrando en Madrid el 13 de mayo de 1814. Pronto, el Deseado, se reveló como un soberano absolutista y, en particular, como uno de los que menos satisficieron los deseos de sus súbditos, que lo consideraban una persona sin escrúpulos, vengativa y traicionera. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia.[7]

En la ciudad de Valencia, el 4 de mayo de 1814 firmó el decreto de supresión de la Constitución de Cádiz, y la legislación de las Cortes, restaurando el absolutismo entre 1814 y 1820, y persiguiendo a los liberales. Tras seis años de guerra, el país y la Hacienda estaban devastados, y los sucesivos gobiernos fernandinos no lograron restablecer la situación.

En 1820 un pronunciamiento militar dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización. A medida que los liberales moderados eran desplazados por los exaltados, el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, en 1823.

La última fase de su reinado, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión de los exaltados, acompañada de una política absolutista moderada o incluso liberaldoctrinaria que provocó un profundo descontento en los círculos absolutistas, que formaron partido en torno al hermano del rey, el infante Carlos María Isidro. A ello se unió el problema sucesorio, sentando las bases de la Primera Guerra Carlista, que estallaría con la muerte de Fernando y el ascenso al trono de su hija Isabel II, no reconocida como heredera por el infante Carlos.

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