Respuesta :

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1. El célebre economista, Adam Smith, afirmó durante un discurso que el trabajo es una moneda en curso. Un londinense, que le escuchaba, no pudo contenerse y comentó: 

- Será de un curso tan rápido que ninguna se queda en casa

2. El novelista francés Marcel Proust era un hombre al que le gustaba pasar largas jornadas en el Ritz de París gastando sin medida, tanto que ni siquiera medía las propinas exageradamente generosas que daba. Un buen día, al salir del hotel se dio cuenta que había gastado todo el dinero que tenía, se giró y le dijo al portero: 

- ¿Podría prestarme cincuenta francos?

- Claro señor, aquí los tiene.

- Guárdelos, guárdelos. Se los pedía para dárselos a usted.

3. Anécdota literaria muy ingeniosa

Un vanidoso escritor comentó un buen día en una tertulia:

- Yo tengo el secreto para hacer versos tan buenos como Lope de Vega.

- Un contertulio, no se contuvo y le contestó.

- No he visto secreto mejor guardado.

4. Anécdota corta graciosa

Calvin Coolidge, quien fue el trigésimo presidente de los Estados Unidos era un hombre parco en palabras. Una vez, una señora se le acercó y le dijo: 

- Señor presidente, he apostado con mis amigas a que le haría decir al menos tres palabras.

- Ha perdido, fue la respuesta del ingenioso político.

5. Anécdota graciosa de Picasso

Un buen día, una señora preguntó a Picasso:

- ¿Cómo puede pintar así?

- Pinto lo que veo, señora, respondió Picasso.

- Lástima que no vea lo que pinta, comentó la señora sin inmutarse. 

6. Anécdota ingeniosa de Albert Einstein

Un día, un periodista estaba entrevistando al genio Albert Einstein y no se le ocurre otra cosa que decirle: 

- ¿Me podría explicar la teoría de la relatividad?

Einstein, con su particular sentido del humor le dijo: 

- ¿Me puede explicar usted cómo se fríe un huevo?

Por supuesto, contestó el periodista.

- De acuerdo, ahora hágalo imaginando que no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego.