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Fue entonces, a sus veinticuatro años, que comenzó su romance con Mariquita. Ambos compartían bisabuelos: Francisco de Cárdenas y Catalina Rendón y Lariz. Creyeron que por ese parentesco, los padres de la novia aprobarían su unión. Pero Martín fue desairado por sus tíos; y se le prohibió acercarse a su prima. Para Don Cecilio eran sólo "caprichos juveniles". Mariquita se rebeló contra sus padres. Los jóvenes se veían, en secreto, en el atrio de las iglesias o donde diera la ocasión. Martín hasta se disfrazaba de aguatero para verla en su casa.

Con la complicidad de la servidumbre de Mariquita, Martín conseguía ver a su amada y llegó hasta a comprometerse en secreto con ella. Enterado don Cecilio, confinó a su hija. Primero en una quinta familiar de San Isidro, a donde Martín igual la visita, disfrazado de horticultor, mendigo, paisano, gaucho o pescador. El padre de Mariquita hasta logró que el virrey Joaquín del Pino lo trasladase a la estación naval de Montevideo.

Mariquita le escribió a Martín: "Seré suya o de nadie"

El derecho vigente daba la razón a los padres de Mariquita. La Real Pragmática sobre Hijos de Familia, vigente desde 1778 en el Imperio Español permitía a los hijos de "blancos" menores de 25 años casarse únicamente con el consentimiento de sus padres o tutores. Don Cecilio creyó, entonces, oportuno, apurar la boda entre Mariquita y el maduro don Diego del Arco. Se programaron los esponsales; se pactó lo que cada contrayente aportaba al matrimonio y demás convenciones. Mariquita, al enterarse, le escribió a Martín: "Seré suya o de nadie".