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Tendemos a mirar hacia el cielo cuando hablamos de contaminación, pero este problema no se limita a nuestros cielos. El suelo en el que crecen nuestras frutas y verduras también sufre sus consecuencias, cuyos efectos nos llegan directamente, por ejemplo, a través de los alimentos antes mencionados. ¡Ha llegado el momento de cuidar lo que se encuentra debajo de nuestros pies!