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Como morirá al día siguiente, el narrador decide presentar los hechos de una historia pasada que lo ha dejado aterrorizado y destruido. No espera que le crean, ya que a él mismo le cuesta creer lo que pasó, pero mantiene la esperanza de que tal vez alguien pueda encontrarle una explicación lógica y natural a los acontecimientos.

De joven, el narrador es tan amable y cariñoso que todos se burlan de él. En cambio, encuentra cariño y fidelidad en sus mascotas. Por este motivo se termina casando con una mujer igual de apasionada por los animales que él, y pronto se llenan de mascotas. Su favorito es un gato negro de nombre Plutón, grande, hermoso e inteligente, del cual su supersticiosa esposa comenta, en línea con la creencia popular, que es una bruja disfrazada.

Pese a la amabilidad de su juventud, durante los años subsiguientes el narrador cae en el alcoholismo, se vuelve irritable, agresivo, y comienza a maltratar y a agredir tanto a su esposa como a sus mascotas. Hasta entonces, su agresividad no se vuelca sobre Plutón, su preferido, pero una noche, en la que llega ebrio a la casa, trata de agarrar al gato, que, asustado, lo muerde. Encolerizado, el narrador se venga del felino tomando un cortaplumas y quitándole un ojo.

Al otro día, ya sobrio, el narrador siente remordimiento, aunque no tanto como para dejar la bebida. Por su parte, el gato se recupera, pero, desde entonces, escapa de su dueño cada vez que lo ve. Pese a que esta actitud le produce pena al narrador, pronto comienza a irritarse ya que siente que se trata de una provocación deliberada. Finalmente, un sentimiento de perversión primitiva lo lleva a colgar al gato de un árbol.

Esa misma noche, la casa del matrimonio se incendia y, aunque nadie muere, pierden todas sus posesiones en el fuego. Extrañamente, la única pared de la casa que se mantiene en pie conserva el contorno de la imagen de un gato con una soga alrededor del cuello. Aunque la imagen lo perturba, el narrador deduce que alguien debió haber tomado al animal del árbol para arrojarlo por la ventana y así despertarlos del incendio. Al golpear contra la pared de yeso, su contorno habría quedado grabado debido a la acción del fuego.

A partir de esa noche, el narrador empieza a experimentar pena y remordimiento por el recuerdo de Plutón y en ocasiones, incluso, hasta busca un reemplazo para la mascota. Por eso, cuando una noche encuentra en una taberna un gato muy parecido al anterior, decide llevarlo a la casa. A la mañana siguiente, sin embargo, descubre que a este gato le falta un ojo y todo su cariño se transforma primero en rechazo y, eventualmente, en odio.

Como no quiere maltratarlo, el hombre empieza a evitar al animal: no quiere ceder ante sus impulsos perversos ya que la culpa por su anterior crimen lo atormenta. Para colmo, una característica de la criatura empieza primero a llamar su atención y luego a espantarlo: se trata de una mancha blanca que encontró en su pecho y que, aunque al principio no tiene forma definida, con el tiempo se transforma en el contorno de una soga similar a la que usó para ahorcar a Plutón. Además, pese a la aversión y el miedo que le produce su mascota, el gato responde buscándolo aún más para darle cariño.

La constante cercanía del gato se vuelve algo tortuoso que acaba con la poca bondad del narrador y lo convierte en una persona llena de odio. Su irritabilidad es tal que, en una ocasión, el gato se le cruza por delante dificultándole el descenso por las escaleras de su nueva casa, lo que le provoca un arrebato de ira en el que trata de matarlo de un hachazo. Sin embargo, la violenta acción no se consuma ya que su esposa se interpone. Como consecuencia, el narrador descarga su violencia contra ella y la asesina con el hacha. Luego resuelve esconder el cadáver en el hueco de una pared de su alojamiento, recientemente sellada con yeso. El escondite es imperceptible, impecable. En cuanto al gato, aunque lo busca para darle muerte no lo encuentra, y esa noche, después de mucho tiempo, logra descansar plácidamente.

Cuatro días después, la policía llega a investigar la desaparición de su mujer. El narrador, tranquilo y sin culpa, colabora con la búsqueda. Luego de varios recorridos, la policía no consigue encontrar nada, lo que le provoca al narrador el deseo de alardear de su triunfo. Sin embargo, mientras los está despidiendo comenta, irónico, que la casa está excelentemente construida, y golpea con el bastón la pared que esconde a su esposa muerta. En ese momento, un espantoso y ahogado llanto se oye desde el muro y llama la atención de los policías. Debido a las sospechas, los agentes hacen derribar la pared, descubriendo así el cadáver en descomposición de la mujer con el gato vivo sobre su cabeza.

Explicación:

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