Podremos asumir que la coexistencia se asocia con un aspecto propio de la existencia misma: la vida en relación. Hablemos entonces de coexistir, pues solo es posible vivir desde la coexistencia si se convierte en verbo, en práctica continua y cotidiana. Ello implica un compromiso claro y decidido por guiar nuestra vida en una dirección: la de vivir desde la consciencia de la relación con otro; dirección desde la cual ninguna realidad ni existencia quedan fuera, porque todo cuanto existe es importante y necesario. Ese otro, que según nuestros esquemas hemos asumido como diferente, es una parte nuestra, diferenciada pero no desintegrada.