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Dxnie

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tres objetivos: el primero, obligar el acceso a la educación básica de la población argentina; el segundo, reducir los niveles de analfabetismo nacional y el tercero, utilizar a estos recursos como un instrumental hábil para el afianzamiento de la democracia.

Ante la falta de inversores locales, todas las tareas de infraestructura debían ser encaradas por el Estado. Así lo anuncia el presidente Roca en un discurso ante el Congreso: «Mi opinión es que el comercio sabe mejor que el gobierno lo que a él le conviene; la verdadera política consiste, pues en dejarle la más amplia libertad. El estado debe limitarse a establecer las vías de comunicación y a levantar bien alto el crédito público en el exterior.»

A pesar de su declamada actitud liberal, Roca y su gente no ven al estado como un simple árbitro o guardián del orden público. Le asignan un papel central en la formación de empresas privadas nacionales y en la instalación de compañías extranjeras.

El estado nacional se constituyó en un verdadero desarrollador de la economía argentina porque, entre otras cosas, creó un sector de contratistas del estado. La mayoría de las obras públicas se hicieron con contratistas privados pero financiadas por el estado nacional.

Durante el gobierno de Roca, aumentaron notablemente las inversiones británicas en ferrocarriles, frigoríficos, bancos y tierras. Consecuentemente, a cuatro años de asumir la presidencia, la Argentina destinaba casi la mitad de sus ingresos al pago de las deudas contraídas con los bancos extranjeros.

En poco tiempo una verdadera telaraña de vías cubría la Pampa húmeda llevando los productos agropecuarios a los puertos.

El país se transformaba con la llegada de cientos de miles de inmigrantes atraídos por «el granero del mundo». El 90 por ciento se instaló en el litoral y de ellos sólo una cuarta parte, en el campo. Esto desbordó la población de las ciudades, que adquirió una nueva fisonomía.

Al concluir su mandato, Roca apoyaba la candidatura de Miguel Juárez Celman, por entonces gobernador de Córdoba, quien gracias a este impulso y al uso de la maquinaria estatal de fraude y coacción, accederá a la presidencia de la Nación.

En su discurso de despedida decía Roca: «Os transmito el poder, con la República más rica, más fuerte, más vasta, con más crédito y con más amor a la estabilidad y más serenos y halagüeños horizontes que cuando la recibí yo».

A poco de asumir Juárez Celman, se advirtió su alejamiento de Roca. Celman parecía tener su propio plan y pretendió controlar al país y al partido con su grupo de socios y amigos, excluyendo de los negocios públicos y privados a los tradicionales beneficiarios del sistema.

La corrupción, las privatizaciones fraudulentas y los negociados llevados adelante por Celman y su grupo, empujaron al país a fines de 1889 a la cesación de pagos de sus obligaciones externas y a una crisis sin precedentes. En este contexto estalló la Revolución del ’90, dirigida por Leandro N. Alem y Bartolomé Mitre, líderes de la Unión Cívica. Roca no participó del movimiento pero lo vio con buenos ojos. La Revolución fracasó, pero Celman debió renunciar. Asumió la presidencia